Tosté los granos, que rugieron entre piedras del metate,
aromas a cafetal flotaron encima del cotidiano de chunches,
apilados con la esperanza de superar el olvido.
Coloqué el oro pulverizado en bolsa de algodón suspendida,
el agua cristalina ebullía y dejaba una estela de nubes,
que a su vez dibujaban espirales áureas.
Contenido el brebaje en una pieza de cerámica - hija de la revolución industrial-
entre manos, lo bebí con la mirada, como si fuera el último y primer:
Fruto de la oligarquía, y trabajo descalzo,
sudor de frente, y espalda en faena inacabable,
de máquinas transportadoras, clasificadoras,
hogueras contenedoras, empaques al vacío,
redes de distribución de nubes estimulantes,
mañanas, tardes y amantes, revelaciones,
sonrisas, soledad... y saudade.
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